Podríamos tener miedo a la oscuridad; a ciertos animales, a las
alturas o incluso a los impuestos; pero pocas cosas hacen temblar más al ser
humano que el miedo escénico, científicamente conocido como glosofobia (terror
a hablar en público).
Alguna que otra vez
en nuestra vida hemos tenido que afrontar el miedo a hablar en público. Es lo
que pensamos cada vez que tenemos que hablar frente a alguien. Nos sudan las
manos, nos ruborizamos, nos tiemblan las piernas, tartamudeamos, nos duele el
estómago y por colmo, se nos olvidan las cosas. Esto pasa porque el organismo
actúa ante las estipulaciones que hace el cerebro.
No es una exageración es la cantidad de personas que sufrimos de
esta “característica”: Según Cheryl
Hamilton, profesora en comunicación del Tarrant County College, en su
libro “Communicating for results”, el
95% de la población sufre de ansiedad en mayor o menor grado cuando tiene que
dirigirse a un grupo de personas. Aún más extraño es el hecho que
muchas de estas personas pueden bailar o cantar ante una audiencia, siempre
y cuando no le dirijan palabras directamente al público.
Las personas que tenemos miedo a hablar en público, cuando tenemos
que enfrentarnos a este tipo de situaciones, experimentamos una gran ansiedad,
además, solemos pensar que vamos a hacerlo mal y con frecuencia, creemos que
nuestra actuación ha sido deficiente. Pensamos siempre que los demás se darán
cuenta de que nuestra voz o nuestras manos están temblando, o creemos que en
cualquier momento nos puede invadir una enorme ansiedad, o que no podremos
articular correctamente las palabras, etc.
En la clase de didáctica, tomando como punto de partida un texto
que para nada nos imaginábamos que había que leerlo para algo así. Mi profesora
preguntó por un voluntario que tuvo que comentar algo del texto en diferentes
estados de ánimo. Primero normal, luego triste, otros lo hicieron enfadados..
pero llegó un momento en el que los voluntarios tenían que ser personas con
miedo escénico. Evidentemente, nadie quería salir hasta que alguien rompió el
hielo. Dicha persona se enfrentó a la misma actividad que mis otros compañeros
solo que tanto ella como todas las que le siguieron después pasaron por las
diferentes sensaciones de nerviosismo, del sudor de las manos..

Sí, exactamente como se muestra en la foto. Es así como más de uno se siente. Menudo rato..!
A todo esto Almudena tenía solución y ahora que lo pienso, tiene razón.
Lo que yo siento cuando estoy allí lo siente más de uno. Y si nos equivocamos,
¿qué? Para eso estamos, dice ella. Y me resulta curioso que según ella, llevar
un boli en la mano te hace sentir más seguro, o más relajado, y las cosas salen
mejor. O ponerte un boli en la boca y decir lo mismo te sirve para practicar y
vocalizar bien.
Son técnicas para mejorar el miedo escénico y como resultado, a
más de uno nos ha servido esa charla. En Pedagogía tuvimos que hacer unas
exposiciones y se notó positivamente la exposición de antes de la charla y la
posterior. Y quizás os preguntéis como es que sabe Almudena identificar lo que
hacemos cada uno por culpa de los nervios, cada movimiento, y como sabe cómo se
soluciona? Leer, leer, leer…
Esto no quita que un tema mal preparado te ponga más nervioso que uno que lo tengas más que visto. Es evidente que entré mejor lleves preparado un tema, más tranquilo estarás frente al tema, lo tratarás con más naturalidad y por supuesto te ganarás la seguridad del tema. Tampoco se puede dejar atrás el cuidado del vocabulario, y la mirada hacía el público.
Practica, practica, practica. Éste es el secreto a voces que
todo el mundo sabe pero que a todos les da fastidio poner en práctica, sobre
todo porque les recuerda que van
a tener que exponer. Menuda tontería! Si entre más practiquemos mejor saldrá la
cosa.
Una vez que hemos practicado lo suficiente la presentación, es
hora de añadir un poco de técnicas avanzadas. Utiliza preguntas retóricas
para mantener la atención de tu público, p. ej. pregunten “¿Qué tanta
influencia creen que tiene el medio ambiente en el rendimiento académico?”. Inserta silencios de uno o dos segundos después de datos relevantes o
curiosos; Para los puntos más interesantes, baja un poco la voz, como si
estuvieses diciendo un secreto, y luego recupera tu volumen normal. En
los momentos más importantes, acércate a tu público físicamente, dando un paso
o dos hacia ellos; cuando no sea necesario agregar tensión, sepárate un poco.
¡Dale interés a tu exposición con estas técnicas! Que no sea un
discurso más; que sea algo que tu público recuerde, y principalmente por la
manera como te expresaste.
Llega el momento de la verdad, y nos toca el momento de nuestra
presentación. Pero pasa algo curioso; por ley de Murphy, nos ha tocado
exponer después de cuatro o cinco compañeros o colegas y el público está algo
cansado. El lenguaje corporal de la audiencia puede que nos desmoralice
un poco o más si vemos a la gente con las caras apoyadas en las
manos, jugando con bolígrafos, con la mirada extraviada o peor aún, jugueteando
con sus teléfonos celulares. Quizás no seamos capaces de animarlos, pero
tampoco debemos preocuparnos por esta actitud. Para que esta situación no nos afecte, traten de hacer el truco
de “ubicar tres rostros en el público, uno a la izquierda, uno a la
derecha y uno al centro y míralos alternadamente a lo largo del discurso” pero sin mirar directamente a ningún rostro en
particular. Dirijan la mirada al vacío entre dos personas; desconéctense
de las expresiones faciales de quienes los escuchan.
Aquí os dejo, amigos, un video que contiene ciertos consejos para superar todo esto y hacer de cada exposición frente al público una experiencia única e inolvidable.
¿Seguimos con ejemplos
diarios de didáctica?
¿Qué me decís si yo os digo que hacer un puzzle, un simple puzzle,
es DIDÁCTICA?
Vamos a coger un puzzle de 1000 piezas. ¿Son muchas verdad? Y como
que es un poco difícil hacerlo con las piezas de una en una por orden. Tenemos
varias estrategias para hacerlo, cada uno tiene la suya. ¿Cuántos de ustedes
empiezan el puzzle por las esquinas? Y cuántos siguen luego con el margen hasta
completar el “marco” del mismo? Buscamos los azules para el cielo, lo verde
para el hierba y asi..
O, cuántos de ustedes agrupan los diferentes colores del puzzle y
decís: todo lo que es rosa lo ponemos aquí que es de las flores, lo marrón para
los ladrillos, lo verde abajo.. etc.
A eso se le llama planificación en didáctica. Y si al final del
puzzle tienes una pieza que no encaja en el único sitio que queda es porque tu planificación
no ha sido del todo correcta. O que tu organización ha fallado igual que cuando
pierdes una pieza. De lo contrario, buscarás un sitio donde pegarlo y ponerlo
como marco en tú cuarto o en el comedor.
Cualquier sitio en el que se aprende algo, donde planificas algo,cuando menos te lo esperas ahí hace notar su presencia la didáctica.


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